Cabana Boy huele a un toque cítrico con notas cítricas de pomelo, bergamota y limón que abren el ambiente, dando paso a una mezcla soleada de jazmín, lila y rosa. La pimienta especiada y la menta fresca se entrelazan con un fondo ahumado de cedro, vetiver e incienso.
 No pretendías quedarte tanto tiempo.
  Pero la bebida estaba fría, la brisa era perfecta y tu último pensamiento coherente fue algo así como: "Así debe ser el paraíso". Estás recostado en un sillón a rayas, con gafas de sol deslizándote por la nariz y las responsabilidades se evaporaron hace horas.
 Entonces... aparece.
 El chico de la cabaña.
 Camisa desabrochada más allá de lo apropiado. Piel acariciada por cada rayo de sol. Balanceando una bandeja como si hubiera nacido para servir y causar problemas. Te ofrece una bebida afrutada que no pediste y dice: «Confía en mí». Confías. Claro que confías en él.
 Te guiña el ojo. Quizás con ironía. Quizás no. Te llama "Rompecorazones", "Alborotador" o "Rayos de Sol", según su humor. Es un caos. Te engancha.
 Un poco más tarde, alguien con un brillo en los ojos y una sonrisa perlada perfecta se desliza hacia la cabaña junto a la tuya y pregunta: "¿Te quedas para ver el atardecer?".
 No lo tenías planeado. Ahora ni se te ocurriría irte.
 El chico de la cabaña pasa de nuevo, abanicándose con una carta de cócteles y susurrando: "Compórtate".
  No lo harás. Obviamente.
 Tu ritual, reinventado 
 Esto es más que una vela: también es un esmalte corporal de lujo.  Enciende una cerilla y deja que la llama baile, llenando la habitación de luz e intención. Al fundirse, la vela se transforma no solo en fragancia, sino en algo más. Cuando estés listo, apaga la llama suavemente y haz una pausa. Este es tu momento.
 La cera tibia, ahora un sedoso brillo corporal, te espera. Prueba la temperatura y luego aplícala sobre tu piel con un toque lento y delicado, hidratando con maracuyá, jojoba, aceite de tuna y manteca de karité. Lo que antes era fuego se convierte en suavidad. Lo que comenzó como ambiente se convierte en intimidad.
 Encender. Apagar. Ungir. Un ritual de autocuidado, diseñado para repetirse, saborearse y recordarse.