Butters huele a crema exquisita envuelta en intensa almendra, suavizada por la delicada dulzura de la vainilla. Ligera, cremosa e irresistiblemente suave.
 Estamos en algún lugar de la costa Amalfitana, o quizás en Mykonos o Cabo. Quién sabe. La brisa es cálida, el vino está más frío, y acabamos de volver de nadar en aguas cristalinas. Bañados por el sol y con la piel salada, llegamos al pequeño café junto a nuestra villa, riendo, radiantes, hambrientos. Alguien ha preparado algo cremoso y exquisito. Mantequilla, vainilla, azúcar. Todo huele divino. 
 La música está baja, todos son guapos y el ambiente es perfecto. Hay una belleza al otro lado de la sala, la que no para de mirarte. Sí, le gustas. Huele de maravilla. Cremoso, cálido, dulce y un poco pecaminoso. A pastel, a confianza. A un recuerdo que quieres guardar para siempre.
 Intentas pensar en la palabra perfecta para describir este momento, el coqueteo, el capricho, y ahí es cuando ocurre. Un pequeño bichón frisé blanco entra trotando, meneando la cola, con un pequeño pañuelo de lino. El barista se inclina y dice: "¡Ciao, Butters!". Y así, todo encaja.
 Mantequillas. Eso es. Ese es el nombre de la sensación. El aroma. El recuerdo.
 Es coquetear en la hora dorada, es lamerte algo delicioso de los dedos, es no mirar el móvil nunca. Son unas vacaciones en un frasco. Un estado de ánimo. Un momento protagonista.
 Tu ritual, reinventado 
 Esto es más que una vela: también es un esmalte corporal de lujo.  Enciende una cerilla y deja que la llama baile, llenando la habitación de luz e intención. Al fundirse, la vela se transforma no solo en fragancia, sino en algo más. Cuando estés listo, apaga la llama suavemente y haz una pausa. Este es tu momento.
 La cera tibia, ahora un sedoso brillo corporal, te espera. Prueba la temperatura y luego aplícala sobre tu piel con un toque lento y delicado, hidratando con maracuyá, jojoba, aceite de tuna y manteca de karité. Lo que antes era fuego se convierte en suavidad. Lo que comenzó como ambiente se convierte en intimidad.
 Encender. Apagar. Ungir. Un ritual de autocuidado, diseñado para repetirse, saborearse y recordarse.